domingo, 4 de noviembre de 2007

Triunfo...

En tan solo siete letras, se puede experimentar un sinfín de emociones confortables para la espiritualidad humana. La sensación de triunfo viene asociada a los logros, y en este sentido, superar a tu padre es uno bastante importante, pero hay muchos otros, que se reproducen muchas veces a según qué escalas. Podemos conseguir ser triunfados en distinto aspectos a lo largo de nuestra vida. Desde muy pequeños, comenzamos a proponernos logros en la vida, los cuales para muchos son cosas insignificantes. Por ejemplo, el niño de cinco años que demuestra a sus padres que sabe atarse los zapatos solos, conseguir la máxima nota en clase, ser pionero en algo o hacer o lograr algo útil o provechoso que la gente ordinaria no hace. En lo personal mi mayor triunfo, y la sensación más hermosa que jamás borraré de mi mente, es la siguiente: Cuando era pequeña, de un momento a otro la pancita de mi mama comenzó a crecer y yo como cualquier niño comencé a preguntar porque crecía y crecía tanto esa pancita. De pronto mi mama y mi papa me dijeron que en muy poco tiempo iba a nacer una hermanita llamada Nicol. En ese momento me sentí muy asustada, no sabía como recibirla, tenía tantas ganas de construir un palacio con una enorme cuna de cristal para poder recibir a ese angelito que llegaría a resguardar mi vida. Cada día mi mama me regalaba 200 pesos para poder comprarme dulces o helados después de comer toda mi comida; privilegio que tuve que suspender por varios meses, debido a la meta que me propuse a mis cortos 5 añitos; recibir a mi pequeña hermanita con el mejor de los regalos. Eternos días caluroso, después de tardes de juegos mi estomago pedía un helado, pero NO!... mi voluntad y esfuerzo era mucho mas grande que mis ganas por devorar un helado o alguna golosina. Comencé así poco a poco a juntar mis monedas diarias y a guardarlas en el estomago de un peluche pequeñito que aún conservo, el cual trasladaba a cualquier lugar que asistiera. Un día como cualquier otro, en esos años; mamá desapareció de pronto y yo desperté en casa de mi abuela. Lloré, quería estar con mi mama, estaba muy asustada. De pronto apareció mi papa y me llevo a comprar flores, me explico que mi mama estaba en la clínica y pronto íbamos a conocer a mi hermanita. Me puse muy contenta, no hallaba la hora de poder abrazarla y besar sus rosadas mejillitas. Pronto iba a nacer mi nueva y mejor muñeca. Le pedí a mi papa que contara todas mis monedas, guardadas en mi peluche. Papá las contó y me dijo: “que quieres hacer con toda esta plata paulina” y yo le pedí que me acompañara a la juguetería. Al entrar al negocio lo primero que vi fue un enorme oso blanco con un rozón rojo en el cuello. Le pedí a mi papa que preguntara y viera si es que me alcanzaba mi dinero para poder comprar ese oso, y aunque no lo crean el esfuerzo valió la pena, pude comprarle ese enorme oso a mi hermanita, quien hasta hoy en día lo conserva.
En mis cortos cinco años, pude lograr mi primer triunfo, recibir no quizás con un palacio y una cuna de cristal a mi hermanita, pero si con un oso, que esta cargado con todo el amor del mundo, que pueda sentir una hermana mayor al ver llegar un angelito a su vida. EL esfuerzo, las tardes de calor, la abstinencia a los helados y golosinas, fueron premiados con la primera mirada, el primer gesto, la primera sonrisa y el primer beso, que pude recibir de mi hermanita Nicol. Me siento la mejor triunfadora de todo el mundo. Todo lo que sea un logro importante para alguien tiene aparejado su propia sensación de triunfo, un apropiado pago emocional.
El hecho de cumplir nuestras expectativas, conseguir nuestras metas, nos hace triunfadores dentro de la más grande de las historias universales, LA VIDA.


Paulina Fernandez
Blas Pascal School





P.D: las amo hermanitas....son lo mejor mis mañosas!